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sábado, enero 15, 2005

Ainhoa ha nacido

Catorce de enero, tres de la mañana: rotura de aguas. Todo en orden. Decidimos esperar hasta las siete de la mañana antes de salir para la clínica.

A las siete nos depertamos y me entero de que las contracciones han comenzado a las cuatro de la mañana -Amaia no me ha despertado: bien por ella; va a ser un día duro para todos-.

A las ocho llamamos a la clínica y nos dicen que vayamos para allá.

Nueve de la mañana, entramos y nos monitorizan. Ya está dilatada de tres centímetros.

Aguantamos como campeones hasta las once -las últimas contracciones empiezan a molestar bastante- y a Amaia le colocan la epidural -hacia las once y media-.

Seguimos dilatando -mucho más cómodos; esto de la epidural es un chollo- hasta las cuatro y media de la tarde. Hasta tengo un rato para comer ya que aparece la hermana de Amaia -Nerea- y me releva. A las cinco y cuarto por fin queda libre el quirófano -la anterior parturienta ha tenido algún pequeño problema y la cosa se ha alargado-.

Ainhoa viene de cabeza -bien- pero está mirando para arriba -vaya, pequeño problema-. Tiene que rotar -los niños nacen mirando al suelo- y lo hace sin problemas en el primer pujo pero se le enrosca el cordón en el cuello. Problemas. Comienza el sufrimiento fetal y la doctora decide usar los forceps para sacarla rápidamente. Al quinto pujo, concretamente a las 17:40 de ayer -14 de enero- nació mi primera hija Ainhoa. La madre y la hija están estupendas y al padre se le cae la baba.